A orillas del Tajo
La cuenca del Río Tajo, a su paso por la provincia de Toledo, modela un paisaje escalonado muy típico que en su vertiente meridional se encarama desde las vegas hasta las rañas de la sierra. En este marco geográfico, y sobre una topografía ligeramente ondulada que abarca desde los 400 hasta los 600 m de altitud, se asientan nuestros olivares, alternando con otros aprovechamientos y zonas de monte intercalado. El cultivo del olivo es muy antiguo en la región, como atestiguan numerosos documentos mozárabes.
El clima es duro, con inviernos fríos y veranos secos y muy calurosos, favoreciendo así el control natural de plagas y enfermedades. Una pluviometría más bien escasa y las modernas técnicas de riego deficitario, priman la calidad del fruto y frenan de forma eficaz el excesivo vigor de los árboles, permitiendo la obtención de aceites muy delicados.
Con la llegada del otoño, bajan las temperaturas aunque sin llegar a helar, garantizando unas condiciones óptimas en el momento de la recolección. La aceituna, recogida directamente del árbol, es transportada inmediatamente a la almazara para evitar su deterioro.
Año a año, con tesón y mucha entrega, vamos perfeccionando el manejo del cultivo.